La ciencia descubrió cuál es el olor más agradable (y el menos) para los humanos
Si por un momento, cerráramos los ojos y pensáramos cuál es el sentido imperante en nuestras vidas, seguro que más de un lector o lectora se decantaría por la vista.
De acuerdo, es cierto que el 50% de nuestra corteza cerebral (la zona donde ocurre la percepción, entre otras cosas) está destinada a la función visual, pero el olfato tiene un papel fundamental y, sin embargo, es uno de los sentidos más infravalorados.
Nuestro cerebro es capaz de discriminar y retener más olores que colores (tenemos mil receptores olfativos, mientras que para la vista tenemos cuatro).
¿Y si tuviéramos que elegir un solo olor que se pueda definir como el más agradable?
Algo así han estado estudiando un equipo de investigadores, llegando a una conclusión: hay un olor que todos conocemos y que es universalmente “el más agradable”.
De hecho, este olor lo tenemos en muchísimos productos hoy en día. Según Artin Arshamian, investigador del Departamento de Neurociencia Clínica, Instituto Karolinska, y autor de un nuevo estudio publicado en Current Biology: “Las culturas de todo el mundo clasifican los diferentes olores de manera similar sin importar de dónde provengan, pero las preferencias de olor tienen un componente personal, aunque no cultural”.
Para llegar a un consenso y encontrar ese olor “universal bueno”, el estudio reclutó narices de todo el mundo con la ayuda de un equipo internacional que llevó a cabo sus investigaciones tanto en condiciones experimentales como en el campo. Estos voluntarios provenían de una amplia gama de orígenes, incluidos algunos grupos indígenas que tenían muy poca exposición a olores y alimentos fuera de su propia cultura.
Para Arshamian: “Queríamos examinar si las personas de todo el mundo tienen la misma percepción del olor y les gustan los mismos tipos de olores, o si esto es algo que se aprende culturalmente. Tradicionalmente se ha visto como cultural, pero podemos demostrar que la cultura tiene muy poco que ver con eso”.
Finalmente, se analizó los “olores” de 235 personas, quienes a su vez debían clasificar una gama variada de ellos, incluida la denominada por Arshamian como “experiencia de olor” vivida, un término para describir la cacofonía de olores que rodean nuestros estilos de vida individuales.
Así se llegó a determinar a la vainilla como ganadora de los olores basados en el placer con un atractivo universal. Y no, no todos los participantes la definieron como su olor favorito, pero en términos generales a la mayoría les pareció el olor más agradable en su conjunto.
Por el contrario, el olor que quedó en el extremo de la escala de valores como el universalmente menos favorecido fue el llamado ácido isovalérico, que se encuentra en alimentos como la leche de soja y el queso, aunque también forma parte del perfume del sudor de los pies.
Según Arshamian: “Ahora sabemos que existe una percepción universal del olor que está impulsada por la estructura molecular y eso explica por qué nos gusta o no nos gusta un determinado olor. El siguiente paso es estudiar por qué esto es así al vincular este conocimiento con lo que sucede en el cerebro cuando olemos un olor particular”.
El trabajo finaliza explicando que el desacuerdo entre olores de los grupos se debe en parte a la estructura molecular (~ 41 por ciento), aunque están más influenciados (~ 54 por ciento) por el aprendizaje o nuestra composición genética.