Eco-ansiedad: El efecto psicológico que producen los incendios forestales y el daño al medio ambiente

viernes, 7 de enero de 2022 · 11:05

Si la idea de cambios permanentes en la temperatura ambiente, el clima y los hábitats humanos y animales le alarma, este temor es perfectamente razonable. Tal vez usted, como muchos humanos, se sienta profundamente traumatizado por el daño que ya se ha hecho y se hace a muchas especies animales y vegetales, y a la pérdida de los entornos naturales.

A medida que los problemas relacionados con el clima crecen, los profesionales de la salud mental señalan que la “ansiedad ecológica o eco- ansiedad” que experimenten muchas personas también aumentará su cantidad.

Esta ansiedad ecológica o eco-ansiedad, se refiere al miedo al daño ambiental o al desastre ecológico, al observar el impacto aparentemente irrevocable del cambio climático, especialmente al calentamiento global y la preocupación asociada por el futuro propio y el de las próximas generaciones.

La noción de solastalgia, acuñado por el filósofo Glen Albrecht en el año 2005, se refiere al dolor existencial que se experimente cuando el lugar donde se reside está sujeto a la degradación ambiental, está estrechamente relacionada con la eco-ansiedad.

La eco-ansiedad no afecta a todo el mundo por igual. De hecho, suele profundizarse en aquellos más concienciados con la protección del medioambiente. Entre los síntomas, podemos enumerar los siguientes: cuadros ligeros de ansiedad, estrés, alteraciones del sueño, nerviosismo, etc. En los casos más graves, la eco-ansiedad puede provocar sensación de ahogo y hasta depresión.

Aunque la eco-ansiedad no es un diagnóstico específico de salud mental (todavía), los terapeutas y otros profesionales de la salud mental están de acuerdo en que puede tener un fuerte impacto emocional para muchos. Eco-ansiedad: un informe de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA por sus siglas en inglés), especifica que el 67% de las y los encuestados de entre 18 y 23 años se sentían algo o extremadamente ansiosos por el impacto del cambio climático en su salud mental, en comparación con el 63% de las personas de 24 a 39 años, el 58% de los de 40 a 55 años, y sólo el 42% de los de 56 a 74 años.

Si las predicciones de muchos científicos y estudiosos ambientalistas se cumplen, pronto este trastorno psiquiátrico se va a generalizar. No es de sorprender que aquellos que experimentan las consecuencias directas del cambio climático (incendios forestales, supertormentas, inundaciones) sean especialmente vulnerables.

Los incendios forestales que actualmente están ocurriendo en diferentes lugares de la Patagonia y en otras provincias, provoca en el ciudadano eco- ansiedad porque ve peligrar sus bienes, en muchos casos su trabajo, la pérdida de su entorno y hasta su propia vida.

Muchos de estos destinos turísticos que hoy se están quemando atraen a los turistas porque cuentan con hermosos paisajes naturales. La alteración y destrucción de estos entornos probablemente provocará fuertes caídas en el turismo y una disminución sustancial de los ingresos de la comunidad. Las familias con ingresos anuales más bajos que dependen de la actividad turística pueden tener más dificultades para sobrellevar el impacto de un desastre como un incendio, un hecho que probablemente agravará el dolor y la angustia.

Necesitamos mejor equipamiento

Rong Fu, profesor de ciencias atmosféricas y oceánicas de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA) dijo, “Me temo que las temporadas récord de incendios en los últimos años son solo el comienzo de lo que vendrá debido al cambio climático, y nuestra sociedad no está preparada para el rápido aumento del calentamiento global que contribuye a los incendios forestales”.

La sequía en Argentina y Chile marcan la gran posibilidad de que se generen incendios de sexta generación. Los incendios de sexta generación son la nueva amenaza para los bosques.

El concepto sexta generación se acuñó para identificar aquellos incendios que responden a una dinámica de cambio climático. Estos incendios queman a mayor velocidad e intensidad. No un poco, sino el doble o el triple. Este tipo de incendio donde el bosque está más estresado por las altas temperaturas acumuladas y hay una atmósfera más cálida, con más energía; va asociado con tormentas de fuego, que se dan cuando el incendio tiene capacidad de generar un pirocúmulo, una nube de fuego que hace crecer el incendio de manera caótica, imprevisible y peligrosa.

Para combatir desde el aire estos incendios se necesitan aviones hidrantes de mayor porte y capacidad de ataque. Desde 1997 que se habla de adquirir aeronaves hidrantes anfibias-terrestres que nunca se materializó, como queda reflejado en los diversos proyectos que se presentaron en la H. Cámara de Diputados de la Nación, donde todos murieron encajonados.

La Fuerza Aérea Argentina en el año 2003, desarrolló el equipamiento de los Hércules C-130 con un kits de origen estadounidense denominado Retardant Aerial Delivery System (RADS), transformando así el Hércules en un avión hidrante con capacidad de arrojar unos 13.000 litros de agua por pasada. Hasta hoy nunca se aprobó un presupuesto para materializar este proyecto.

En 2015 se presentó un proyecto de Ley (no el único) que proponía la adquisición de un avión hidrante-anfibio del tipo CL-415C de la familia Bombardier/Vikingair; un equipo MAFFS II; un helicóptero para traslado de brigadistas y equipamiento para el combate del fuego. La particularidad de esta aeronave es su capacidad de aprovechar espejos de agua como ríos, lagunas, lagos, etc., con más de 1,20 m de profundidad donde puede cargar unos 6000 litros de agua en menos de 12 segundos. El proyecto de Ley caducó.

Tengamos en cuenta a aquellas comunidades que, para sostenerse económicamente, dependen de unos “meses de bonanza” una sola vez al año, y de ello la supervivencia de cada familia. Un incendio se convierte en una catástrofe que muchas veces se repite y sin solución a la vista. Este equipamiento de mejores aviones hidrantes, agregado a camiones de incendios de última generación, construcción de torres de observación con comunicación permanente y diferentes herramientas tecnológicas, llevarían a la población una tranquilidad, ya que el combate se realizaría más efectivo en menos tiempo, bajando la ansiedad y el estrés, o sea menor eco- ansiedad, al tiempo que se preservarían miles de hectáreas de bosque nativo y las especies que habitan en él.

Conclusión 

Todos dependemos de la salud del planeta, por lo que la eco-ansiedad puede afectar a cualquiera. Sin embargo, ciertos grupos enfrentan una mayor probabilidad de sufrir problemas relacionados con el clima, en parte debido a su mayor vulnerabilidad al cambio climático. 

Muchas de las comunidades con mayor riesgo también enfrentan más barreras para el tratamiento médico y la atención de la salud mental. Esta falta de acceso les impide buscar el tipo de apoyo necesario para gestionar el estrés relacionado con el clima.

 

Prof. Norberto Ovando* y Gpque. Adalberto D. Álvarez**

* Presidente / ** Vicepresidente
Asociación Amigos de los Parques Nacionales (AAPN)
Expertos Comisiones Mundial de Áreas Protegidas (WCPA) y,
Educación y Comunicación (CEC)
Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN)

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