La intoxicación tecnológica afectó fuertemente a los niños durante la cuarentena

domingo, 13 de diciembre de 2020 · 10:15

La pandemia se nos precipitó. Apareció de repente y desnudó todas nuestras debilidades. A diez meses de atravesar esta crisis sanitaria, es momento de evaluar daños, analizar el momento que estamos viviendo en nuestras familias y en nuestra comunidad. Estoy convencido que debemos hacerlo porque el camino no parece tener una pronta solución. Y si vamos a seguir inmersos en
este gran problema sanitario con graves consecuencias sociales, debemos aprender de lo que pasó para mitigar lo que viene y aprovechar las oportunidades que puedan surgir. Hay mucho por corregir.

De todos los males que hemos enfrentado quisiera alertar sobre la pandemia de Intoxicación Tecnológica que afectó a los niños. Una pandemia dentro de otra pandemia. El encierro cortó los vínculos y rompió las rutinas. Los espacios de juego, de encuentro y de socialización desaparecieron. Insólitamente la familia estaba reunida 24 horas. Había que atravesar esa experiencia, muchas veces inédita, de estar juntos mucho tiempo (y las consecuencias que esto trajo aparejadas principalmente en los adultos).

Los niños se volcaron automáticamente a los dispositivos y a las redes sociales. Comenzaron a triplicar y hasta cuadriplicar las horas de exposición a Internet. Youtube, Whatsapp, Telegram, Discord, Tik Tok, Instagram, Zoom y Twitch fueron las principales (aunque no únicas) plataformas de entretenimiento. Pero también los hogares tenían al menos un dispositivo que lo permitía:
Playstation, televisores Smart y teléfonos inteligentes. Los niños descubrieron que podían seguir estando en contacto con el afuera sin salir de la casa.

Muchos padres, principalmente aquellos que tienen hijos de entre siete y once años, cambiaron la forma en la que manejaban el acceso a la tecnología sus hijos y les dieron celulares conectados a Internet. Esta entrada prematura y no planificada de ingreso a los contenidos de Internet fue el comienzo del desastre. Mi postura profesional y personal es que un niño debería acceder a un dispositivo conectado a Internet propio cuando ingresa al colegio secundario.

En la preadolescencia

Antes debe compartir algún dispositivo de los padres. Creo que en ese momento está preparado para comprender los riesgos y responsabilidades que conlleva. Pero la pandemia lo cambió todo. Por primera vez tenemos una generación de niños y adolescentes que no fue a la escuela y al mismo tiempo estuvo sobreexpuesta a horas y horas de contenidos imposibles de controlar. Las consecuencias están comenzando a verse: comienzan a aparecer casos de ansiedad, de fobias, regresiones, aumento marcado de la conflictividad, desgano, falta de energía. Y no es para menos: no hubo deportes, no hubo cumpleaños, no hubo recreos, desaparecieron las pijamadas, las juntadas en el parque, las salidas en bici para despejarnos.

La pérdida de contacto con los pares no pasará desapercibida. El vínculo virtual sustituyó al vínculo cara a cara. También (como consecuencia de lo anterior) se ha dado un aumento de las estafas, de las agresiones, de los robos de identidad de datos, de violencia sexual, de bullying, de exposición a contenidos inadecuados de origen sexual o referidos a diferentes aspectos de la identidad sexual.

Los niños, entre los cuales muchos de ellos accedían por primera vez a las redes sociales y a contenido de internet, quedaron expuestos a situaciones que no podían comprender. Los grupos de los que formaban parte, las personas con las que interactuaban, no tenían una figura reguladora. Y comenzaron a aparecer en esas conversaciones virtuales tal vez alguien de otro país, una nena que nadie conocía, un chico amable que “es mi amigo en Youtube”, y cientos de situaciones por el estilo. La inocencia de los niños en todo su esplendor. Los controles se relajaron o no hubo controles y los problemas comenzaban a aparecer. ¿Alguien creía realmente que no iba a haber bullying porque no asistían a la escuela? Todavía me sorprendo de que eso suceda. Las instituciones, ¿lo detectaron? ¿hicieron algo? Que no suceda en la escuela no exime de responsabilidad a la institución porque el origen del vínculo es lo que define que algo se llame bullying o no. Hay que hacerse cargo.

La Cuarta Revolución Industrial, esta que estamos viviendo, tiene como característica principal la hiperconectividad. Es imposible que nuestros niños crezcan sin situaciones donde van a estar expuestos a contenido inadecuado. Pero es importante a qué edad les suceda esto y de qué modo estarán acompañados. Estas dos cuestiones (edad y acompañamiento) definirán mucho de lo que
puedan entender y de lo que aprendan a elegir.

En esta etapa de la emergencia sanitaria que estamos viviendo es imprescindible que los niños recuperen el juego y sus espacios al aire libre. Que puedan retomar el encuentro con sus pares teniendo en cuenta las medidas sanitarias. Que recuperen los ritmos del sueño. Que se cansen de jugar y que caigan rendidos porque estuvieron corriendo y riendo todo el día. Si las situaciones se han tornado graves, donde los cambios han sido marcados, lo mejor es cortar por un período todo acceso a dispositivos tecnológicos al tiempo que se planifican actividades que ocupen ese tiempo conectados. Y también recomiendo enfáticamente consultar al pediatra, al psicólogo, al psicopedagogo (siempre profesionales que están enmarcados dentro de la ley) en caso de dudas o si la situación nos desborda y nos preocupa.

Necochea tiene muchos y muy buenos profesionales que trabajan en pos de la salud de los niños. Pero los padres deben ser esa primera barrera, luego las instituciones educativas, luego las instituciones comunitarias y demás recursos. Debemos hablar con nuestros niños, monitorear con quiénes interactúan, dictar pautas claras acerca del uso de los dispositivos conectados a la web. La cantidad de horas, bajo qué condiciones, con quiénes. Sería interesante también que los equipos pedagógicos disponibles en las instituciones educativas y los sanitarios que desarrollan sus tareas en las comunidades comiencen a abordar esta temática aprovechando la enorme cantidad de datos que se han revelado y están disponibles de manera libre.

Esta pandemia dentro de la pandemia ha sido silenciosa, pero hace mucho ruido entre los niños. Se dio en el ámbito de la familia, pero no es una cuestión privada. Afectó a más niños y más profundamente de lo que podemos suponer en la comunidad. Y todavía seguirá afectando. Control, acompañamiento, diálogo y asesoramiento con profesionales son las principales herramientas con las que contamos para comenzar a darle batalla.

Lic. Javier Jáuregui (Psicólogo. Especialista en Psicología Social Comunitaria. Coordinador del Servicio de Psicología y Psicopedagogía del Instituto Penovi)

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